Sí la prisa, te dejo con aquella
palabra atascada en la garganta.
Por la premura dejaste de brindar
aquel abrazo, un te quiero que se
convirtió en humo, porque lo
creíste innecesario o hasta ridículo.
Cuando la pena embarga, cuando
el río que se desborda anega todo
lo que conoces viene a ti, aquello
que dejaste de dar, arrasa, destruye,
te consume.
Deja la prisa para nunca, emite
todas las palabras que tu corazón
canta, extiende tus brazos más
allá de lo imaginable, de la capacidad
propiamente humana, aun en
la distancia, construye tu alma.
No permitas que las aguas del tiempo
te ahoguen en el silencio.
Jamás te vayas sin decir te quiero.
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