Powered By Blogger

domingo, 30 de enero de 2011

II

Empieza a llover.
estoy inmóvil
con un pie 
en el precipicio,
miro hacia atrás
busco de que asirme
lo que sea que me
haga regresar,
poner mis pies
en tierra firme.
Miro hacia abajo
las rocas punzantes, 
el mar impetuoso, 
oscuro, me seducen, 
me hipnotizan.
La tormenta
me envuelve,
tanto llorar,
tanto esperar,
tanto preguntar:
al viento, al cielo
a Dios, a ti.
Por fin lo sé;
con mi pie
en el abismo
no temo, 
no tiemblo
ni de frío 
ni de miedo.
No hice 
lo único 
que esperabas
de mí: culpable
de ser inocente.
Yerro cruel,
oculto desacierto,
ignorante de mí,
pecado compartido,
pena injusta.
Dices que 
mis palabras
no quedan 
en saco roto,
las lanzo y
todas ellas
se estrellan
contra las rocas
y las violentas olas;
se desgajan, se
mimetizan en los
mares de los tiempos.
Pongo mi fe, en que 
aun así lleguen 
a donde pertenecen.
Por ahora mi pie
vuelve a tierra firme,
permanezco en 
la fría lluvia,
con las lágrimas 
que aun derramo,
con los brazos
a mis costados.

sábado, 29 de enero de 2011

Palabras, tristes palabras

No sé como exorcizar el dolor;
desconozco como recubrir
mi cuerpo, como soltar
aquello que se me desgarra.
Soy tan pequeña: 
un minúsculo grano de arena. 


Leo lo que no debo y siento:
que me hiere lo que es, 
aunque he rogado
tanto por ello, para que seas
feliz, ahora que lo eres
no sé si en algún sitio hay 
algo para mí, algo que me 
indique lo que se siente vivir.


No soy mala, nunca lo he sido,
y creo que ni esforzándome
lo podría ser, hay dolores
que no matan, pero que despedazan
la razón, la emoción, el sentimiento,
la esperanza, la fe; así es mi aflicción.


Heridas que no sangran, pero que
me desbaratan el alma, los sueños:
no sé en que creer. 
No sé en que creer.


He rogado tanto por ello, que ahora
que lo tienes, lloro; lloro porque 
no soy yo, ni he sido, ni seré jamás 
quien este junto a ti.
No lloro por egoísmo o por envidia.
No; es porque por fin mis oraciones
han sido escuchadas.


Esa sonrisa no me pertenece, 
esos sueños nunca fueron para mí, 
derramo lágrimas, lamentos incomprensibles.
No se trata de estar o no estar preparado, 
se trata de amar: amar a un imposible.


Quien ruega por otros, por si mismo
pide, ¿dónde hay algo para mí?
Mi callada agonía por tu felicidad,
me parece una justa permuta.
Aun cuando nada esta destinado a ser,
haré lo único digno que me queda por hacer.


Lo lamentable no es que un sueño no se cumpla, sino no tener un sueño que cumplir.

miércoles, 26 de enero de 2011

I

Piel
alma
huesos
un saco
amorfo
sin nada
dentro.
Sueño
delirio
que profana
el subsuelo
elevándose
tanto
que ronda
el suelo.
Sólo
tierra
movediza
es lo que
me da
sustento.
Piel
que no
requiere
huesos.
Alma
que no
necesita
cuerpo.






domingo, 23 de enero de 2011

Violeta

Se decía que ése era su nombre, el cual encajaba a la perfección con el color de las venas en su cuerpo que se delataban a través de su transparente piel. Sus facciones de felino asustado no intimidaban a nadie, había en sus ojos un dejo de sombras de un pasado que todos, incluso, no sé si ella misma, desconocíamos.

Nadie supo de donde o cómo llegó.

Tenía unos 16 años, cuando se le vio en las calles por primera vez, una mañana nublada y con un poco de llovizna...sola, rondaba sin un camino definido, iba vestida con una falda a la rodilla de mezclilla, blusa rosa, zapatos deportivos blancos, su cabello era lacio, oscuro, a la altura de la nuca, lo cual le hacia lucir aun más pálida. Se veía perdida, en su mirada había vacíos, abismos; llevaba consigo un pequeño oso color almendra, al cual abrazaba contra sus incipientes senos.

La única palabra que se le escucho emitir fue lo que creímos era su nombre: Violeta, o quizá se trataba de su color preferido, de allí en fuera no dijo nada más. Por aquel tiempo, yo trabajaba como voluntario en un albergue para indigentes en una zona marginal en la ciudad de...eso no importa; se llevaron a cabo las pesquisas que fueron posibles dados los recursos (una más, una menos en las calles, cosa de todos los días), para intentar dar con el paradero de alguien que la conociese, pero no hubo resultados, además ya sabemos como es eso de la burocracia.

Se adaptó a la vida en las calles, buscando entre los desperdicios, imitando a otros indigentes, pero en realidad jamás interactuó con nadie. El doctor del albergue que en una ocasión le limpió una herida en la mano, me dijo que tal vez había sufrido un trauma muy severo, y le causó ese estado de ausencia. 
¡Vaya palabra!

Se movía con delicadeza, con ademanes propios de una princesa: la soberana de los basureros. Por las tardes llegaba a merendar y a dormir al refugio, era cuando yo la veía, en especial, cuando me tocaba colaborar en el comedor. En los dos años que "conviví" con ella, en una sola ocasión le vi brotar una lágrima de sus esquivos ojos, fue provocada porque no encontró su oso color almendra...el tesoro de la princesa desterrada, había sido hurtado por algún ser malévolo.

Hubiese querido rescatarla de ese vacío tan profundo (pero, ¿lo habría logrado?), no soy un miembro de la realeza para aspirar a tan alto honor, soy un caballero...sin embargo me causó miedo intentar salvarla de los dragones que la mantenían prisionera en la alta torre. 

Fui cobarde, lo reconozco, y cuando finalmente decidí que quizá podría hacer algo por ella...fue tarde, su cuerpo adquirió una tonalidad violácea propia de una enfermedad relacionada con el sistema nervioso. Se hizo "cuanto" se pudo...tuvo fiebres muy altas, finalmente cayó en shock en un hospital de asistencia pública, dijeron que falleció a consecuencia de hemorragia interna.

Dicen que el color violeta significa dignidad, aristocracia, espiritualidad... quizá se trataba de un espíritu muy grande en un frágil cuerpo humano, pero sólo son elucubraciones mías para aclarar mi conciencia y mis pensamientos, ya que no hice nada por ella.

Ahora, tantos años después, siendo yo, un anciano, la veo en mis sueños, con la mirada extraviada y una lágrima rodando por su mejilla, la veo con el color violeta en su piel como el reflejo de algunas aguas muy profundas de mares lejanos, ¿será que me esta llamando?, o ¿me querrá decir algo?. 

Ella, permanece tan bella, yo sólo soy un arrepentido hombre lleno de reminiscencias de aquella princesa que una vez derramó una lágrima y, permitió que un plebeyo como yo, la limpiara de su rostro, al hacer eso tuve la única oportunidad de rozar su mejilla y sus delicados labios de durazno.

Han pasado más de cincuenta años, ella sigue siendo ella, y yo sigo siendo un cobarde que le causó miedo enfrentar lo que esa mujer le inspiraba. 

Por ahora, intento sobrevivir lo que me queda de vida en este viejo cuerpo, acabado, pero me fortalece que ella permanece como la conocí...

A sus pies, mi princesa.

miércoles, 19 de enero de 2011

Confrontación

Aceptar lo inaceptable.
Pero que puedes hacer
si no depende de ti.
Alguien juega a los
dados contigo.
Un juego de azar
en el cual no puedes
marcar las cartas.


Como principio de
vida tienes no creer
en el destino, no confiar
en las coincidencias, a pesar
de todo, sabes que nada
ocurre por casualidad.
Y sin embargo no sabes
ni entiendes por qué
o para qué.


El mundo, la vida te
traga, te absorbe;
te vuelve nada,
quieres creer, quieres amar
quieres soñar, pero...


En que puedes confiar, si
cada vez sucede algo peor.
Y aunque en tono de sorna
te encanta sostener cuando
ocurre algo caótico:
pudo ser peor.


Pero después de lo peor
aun hay más.
Quieres, pero ya no puedes,
entre el querer y el poder
se marca la diferencia,
y aun así el corazón marchito
da sus últimos latidos;
pero te defiendes como gato
boca arriba, porque reconoces
lo que te esta pasando.


Quizá es demasiado tarde
pero le temes a los imposibles.
Ni hablar, ésto así es.
Lees a Bukowski,
en
Los mejores de la raza,
te identificas plenamente
con aquellos que aceptan
como es y por los que bebe
esta noche.


Pero tú no bebes, sólo los
miras, te observas y no
te gusta nada lo que ves;
ni lo que sientes,
porque el dolor ha vuelto,
el dolor: la constante.


Las lágrimas de hiel
que queman al contacto
con el aire, y aun así
persistes, porque aun
queriendo no puedes
correr, no puedes escapar
ni negar lo que sientes.
Se necesita ser valiente,
para estar entre los mejores.

martes, 18 de enero de 2011

La tercera mujer





-Sólo una vez -decía Melisa- y te prometo que así quedaremos en paz. Yo sabré lo que es tenerte, y tú sabrás lo que es sentir mi calor. Sólo una vez, ¿sí?.


Roberto asintió, sus piernas flaqueaban, pero ese temblor no era nada comparado con la revolución que había dentro de su cuerpo, sabía que si se acercaba un poco más a ella, podría destrozarla del deseo que sentía por esa mujer de ojos serenos. Y también le dolía comprender que después de esta vez, no habría ninguna más. Era hacerlo en ese ahí y en ese ahora, o vivir con la frustración de no haberla gozado jamás, o poseerla, y después arrepentirse por lo que pasara. Ella no se cegaba. Reconocía a la perfección que aun amándose, ese día podría ser o no ser la única ocasión en la que pudiera entregarse a él.


-Sólo una vez...-


Lo musitaba, quedamente, pero con la vehemencia de las olas que se estrellan contra las rocas en los acantilados. Ella se puso de pie, y se detuvo frente a él. Por su parte, él la tomo de la cintura y posó  la cabeza en su vientre, mientras que, desesperadamente, la abrazaba compulsivo. Melisa acariciaba su cabello al tiempo que empezaba a llorar bajito, como un niño que ha perdido su juguete adorado; ella se apretaba más contra Roberto.


Soltó la presión sobre su cintura y Melisa se sentó a su lado. Atrajo la cabeza hacía su pecho al mismo tiempo que  continuaba sollozando, mojando en sus lágrimas de arrepentimiento previo,  la blusa alba de Melisa. Con sumo cariño ella lo abrazaba contra sus senos, así pudo probar y sentir el calor y la respiración bajo la ropa. Levantó sus ojos y Roberto la miró largo y profundo, como sólo esos ojos marrones lo podían hacer.


La tomó una y otra vez con la fuerza de una descarga eléctrica que le recorría el cuerpo. A fin de cuentas esa sería la única ocasión en la que serían ellos en el mundo. En un lugar tan grande y tan vasto, dos almas que se convierten en una sola, con la delicadeza de las letras del mejor poeta y con la fuerza de la lujuria de su deseo.


Besándose el alma, se miraron por última vez, cada uno unió lo mejor que pudo las piezas de su rompecabezas personal, ella con la entereza de su decisión, y él con el placer que nunca pudo disfrutar de nuevo. Quedaron incompletos, pero la vida en sus rarezas, le dio a Melisa una parte inédita de él. La savia en su vientre fructificó.


Ella siempre fue una mujer digna y de palabra, y entendía que después de ese día, él pertenecería a alguien más.


En la vida de cada hombre, hay tres mujeres que aman: el amor romántico propio de los años juveniles, luego la mujer a la que elige para ser su esposa y madre de sus hijos, y la mujer que va a amar toda la vida.


Melisa, lo anhela cada día.
Roberto, la amará toda la vida.