viernes, 22 de julio de 2011
XXII
La espera se vuelve infinita,
no existe plazo ni señal alguna.
Mirar en derredor no hace la diferencia.
Aún los ojos más avezados
no te encuentran.
Se me ha vuelo una rutina,
porque lo que me sustenta
es la pizca de fe que oculta
entre la niebla se dispersa,
manteniendo con vida
al corazón, que se entrega
aún cuando ya no posee
absolutamente nada más.
Porque quizá mañana...
O en una semana...
O en un mes...
O en un año...
Sea el día, en el que puedas
mirarme con el corazón.
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