Empieza a llover.
estoy inmóvil
con un pie
en el precipicio,
miro hacia atrás
busco de que asirme
lo que sea que me
haga regresar,
poner mis pies
en tierra firme.
Miro hacia abajo
las rocas punzantes,
el mar impetuoso,
oscuro, me seducen,
me hipnotizan.
La tormenta
me envuelve,
tanto llorar,
tanto esperar,
tanto preguntar:
al viento, al cielo
a Dios, a ti.
Por fin lo sé;
con mi pie
en el abismo
no temo,
no tiemblo
ni de frío
ni de miedo.
No hice
lo único
que esperabas
de mí: culpable
de ser inocente.
Yerro cruel,
oculto desacierto,
ignorante de mí,
pecado compartido,
pena injusta.
Dices que
mis palabras
no quedan
en saco roto,
las lanzo y
todas ellas
se estrellan
contra las rocas
y las violentas olas;
se desgajan, se
mimetizan en los
mares de los tiempos.
Pongo mi fe, en que
aun así lleguen
a donde pertenecen.
Por ahora mi pie
vuelve a tierra firme,
permanezco en
la fría lluvia,
con las lágrimas
que aun derramo,
con los brazos
a mis costados.
Has tenido a bien regresar ese pie tuyo junto al otro, y a pesar de lo arriesgado intentar la estabilidad
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