Extraño la voz
que dejo de ser
antes de regresar;
aquel susurro
que se evaporó
y se confundió
con el polvo
del temible desierto.
Extraño lo que
jamás he tenido,
de tanto extrañar
se me desgastan
las ganas, los deseos,
de tanto imaginar,
se me hacen grandes
las ojeras: negras
y hundidas, porque...
Mis mejores sueños,
se han convertido
en mis peores pesadillas:
machacan mi corazón;
lo que fue color durazno
se ha tornado gris:
oscuro indiferente.
Deseo despertar
de lo que me mantiene
sumida en la
absoluta ausencia.
Una no presencia
que no me deja;
la rueca que me
ha pinchado;
la manzana envenenada,
que me tiene en el sueño.
En el sueño de la muerte.
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