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lunes, 6 de diciembre de 2010

SIEMPRE ESTARÁS EN MI CORAZÓN


...Esa fue la frase que selló y a la vez inició su historia de amor, ambos sabían lo complicado de la situación, máxime si se conocieron en los pabellones de enfermos terminales.
Ella, alta, delgada, traslúcida como una hoja de papel cebolla, sus frágiles venas se veían en su transparente faz. Él, jovial, robusto, lleno de vida, la observaba embelesado cada vez que acudía a su tratamiento, el cual la dejaba agotada, él era sólo el guardia del piso donde ella se realizaba sus tratamientos, su tierno corazón no daba para más, y a pesar de su 23 años, la vida se le iba secando, no había donantes, no había nada que hacer. Sólo quedaba intentar sobrellevar la enfermedad y la carga que suponía lo mejor posible.

Fue un día lunes de Abril, en el cual, él se decidió a acercarse, lo hizo de un modo muy sutil: dejándole una rosa roja con una nota en la que plasmo la letra S, y así cada lunes continuaba, hasta completar letra por letra la frase SIEMPRE ESTARÁS EN MI CORAZÓN.
Ella se impacientaba por saber y entender, quién estuvo haciendo eso por semanas y semanas, en las que contra toda expectativa su débil cuerpo se aferraba a la vida, él tomo valor y arriesgándose al verla sola recuperándose del tratamiento de cada lunes, le entregó en su mano la última rosa con la letra N, ella abrió desmesuradamente los ojos y le preguntó: ¿siempre estaré en tu corazón? A lo que él respondió: siempre.
Iniciaron una relación, a conocerse más, a compartir y saborear los pequeños detalles cotidianos que hacen de la vida digna de vivirse, hasta que un día decidieron ir a vivir juntos, la familia de ella, sabía que nada podían hacer contra su voluntad, lo único que querían era que continuara con sus cuidados exhaustivos.
Las visitas al hospital se fueron espaciando por una asombrosa mejoría, él la cuidaba como a la niña de sus ojos, y aunque la vida de pareja se les complicaba, supieron como adaptarse, porque se amaban.
Uno de esos lunes, casi un año después de iniciada su historia, ella no pudo regresar del hospital a la casa, ya que se le detectaron serios problemas aun más severos que habían permanecido agazapados esperando el momento oportuno para empañar su incipiente felicidad; él se encontraba fuera de turno buscando una oportunidad para ingresar a la Universidad, sonó su móvil y sintió vértigo al escuchar que tendrían que retenerla para evaluar su estado real de salud, salió de prisa y se dirigió al hospital…
Mientras tanto ella respiraba con dificultad y de pronto su ritmo cardiaco bajo hasta la nulidad. Dado que las casualidades no existen, pero si los hechos que te marcan para toda la vida, llegó el órgano tan deseado, justo en el momento en el que el murmullo de su corazón se convertía en un suspiro inaudible.
Aun con todo lo maltrecha que se encontraba, resistió la operación, cuando le fue posible recuperarse de la terapia intensiva, aun delicada y convaleciente, lo primero que preguntó fue por él, a lo que le respondieron: él no va a poder venir, ya no.
Sus ojos se cristalizaron, mientras que el recién transplantado órgano latía en su pecho desbocado.
Semanas después pudo estar de pie, y con veinticinco rosas rojas, cada una con una letra adherida de la frase SIEMPRE ESTARÁS EN MI CORAZÓN, se dirigió con toda serenidad al cementerio, donde yacía el hombre que más le había amado, tanto como para dar su humilde corazón en prenda.

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