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miércoles, 3 de agosto de 2011

INICIO

Es como sí el cielo fuese a caer, como en aquel cuento en el que se cae el cielo en trozos y no le creen al tipo que lo dice en el pueblo, relámpagos y rayos al por mayor, pero un ambiente tan seco, tan caliente, que el propio infierno pudiese parecer un lugar de apacible descanso y complaciente estadía. Es de esos días que no se antoja nada, que no es refrescante ni siquiera leer algo de García Márquez o de Vargas Llosa, siendo que usualmente disfruto en exceso tal actividad. La historia de las tristes putas ni la dichosa tía Julia han logrado apartar esta sensación de marasmo, de pesadez extrema. Aunque en algún tiempo me salvo de la locura La fiesta del Chivo.
Mirar a través de una ventana, no es tomar la vida con valentía, a partir del accidente no podía más que hacerlo de este modo, me decían que todo iba a ir bien, que tenían miles de posibilidades de salir adelante, que ¨le echara ganas¨. 
Siempre me he preguntado que significa eso de ¨echarle ganas¨, donde existe el recipiente de ¨las ganas¨ para tomarlas de ahí y condimentar todo en la existencia. 
Agosto es otro mes en el que estoy en convalecencia, y es porque a través de varios años he estado tratando de reparar mi corazón, de una y otra manera, ahora me toca estar en el marco de la ventana viendo las partes de un cielo que no termina de caerse ni por lo seco que esta todo por acá; ni por las pocas esperanzas que se respiran en el ambiente, ha sido un ciclo largo, lleno de violencia, con pocas alegrías. 
Y yo aquí, mirando como un espectador que intenta esquivar las balas perdidas, porque no sólo las armas tienen balas que matan o hieren en el mejor de los casos, sino también las palabras, las actitudes, las circunstancias.
Miro al cielo, espero que caiga un pedazo de este sobre mi cabeza, pero no, no es un cuento y además por ahora estoy protegida. 
Es sólo un reinicio del inicio.

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