Uno a uno se acumulan
los días, como los granos
de arena en un reloj sin fondo;
las manos me son insuficientes
para contenerlos en ellas.
El final es el principio, y en
el principio estas tú, como
siempre expectante, con tus
ojos marrones clavados en mí.
Permaneces inexorable,
no hay lágrimas que valgan,
ni el silencio es un argumento
que valide mi aflicción.
Mira al cielo, en las aves
que migran encontrarás el beso
que el viento te brinda cuando
sacude tu cabello y aspiras
el fuego de mi amor.
El final es el principio, y en
el principio estas tú... en
cada uno de mis atardeceres,
hasta que la última ave
pierda sus alas y con ella
muera toda mi esperanza.
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