Powered By Blogger

jueves, 11 de agosto de 2011

EL DON


Hace mucho tiempo, existía un escritor cuyos relatos hacían soñar en absoluto en cualquier lugar en el que se presentara; era tal la belleza de sus letras que no había quien se resistiera a los duendes encantadores en sus cuentos y narraciones. Se trataba de un hombre sencillo, de mediana edad, alto, delgado, sin características sobresalientes.
Sorprendía gratamente, y enamoraba corazones, hasta el rey Sebastián sucumbía ante tales prodigios y presuntuoso se jactaba de que en un tiempo atrás había sido un humilde habitante de su feudo, lo visitaba consetudinariamente porque contaba con su venía.
En una ocasión Sebastián tuvo la visita de un soberano de un lugar lejano, y deseaba con todas su fuerzas que escuchara un cuento inédito del escribano, así que hizo que lo condujeran hasta él y le dijo con estas palabras:
-Amigo mío, te llamo amigo, porque así te siento - lo hacía con toda la dulzura que era capaz para convencerlo-.
-Deseo que realices un cuento desconocido, nuevo, maravilloso...para que lo cuentes a mi amigo el rey Filemón, quiero impresionarlo. Sé que me ayudarás.
A lo que el escribano le respondió:
-Estoy a tus órdenes, mi vida no tiene otro motivo que escribir- mientras le miraba con ojos taciturnos.
-Me complace tu respuesta pero...hay algo que no me deja un buen sabor, no sé que es pero apesadumbrado te ves- dijo el rey-.
-No te preocupes por ninguna sensación, tendrás tu cuento sin falta para tu visita -contestó el escribano-.
El día del convite, se presentó el escritor y se convirtió en el centro de atención, en un suntuoso comedor repleto de las más exquisitas viandas, sin embargo pasaron a segundo termino cuando con su pausada y tranquila voz inició a referir su narración:

¨Todos los cuentos tienen un inicio, un nudo y un desenlace. ¿Que pasaría si cambiásemos el orden de los hechos? ¿O sí las decisiones fueran distintas?  Tendríamos otro resultado, un destino diferente.
Un joven paseada por el valle, mientras cuidaba a unas cuantas cabras que poseía, eran lo único valioso que tenía, desde muy joven había aprendido a cuidarse de sí mismo, porque su madre había muerto hacía unos años y su padre jamás hizo acto de presencia, su tesoro más valioso además de los animales en cuestión, era su tía anciana con la que vivía desde el fallecimiento de su madre. Sin importar como fuese el clima, él cuidaba diligentemente a sus cabras, sin días de descanso y sin queja alguna, ya que sabía que de ellas dependían para continuar subsistiendo. Dentro de sus esperanzas estaba el de viajar a lugares cada vez más lejanos, conocer mares impresionantes, desiertos hipnotizantes, sin embargo era algo que no compartía con su tía. porque era sólo eso: un deseo que con toda seguridad no se cumpliría. 
Un mañana en la que alimentaba a sus animales, vio un insecto muy extraño, parecía un híbrido entre luciérnaga y mariposa. Con los colores tan brillantes que enceguecía el sólo mirarla. Se acercó a la piedra donde yacía el insecto sin cautela alguna, y no se percato que de defensa, este dispersó un polvo que le causó una grave irritación en el rostro. 
Llegó a donde su tía, ella le ayudó a lavarse la cara, y se amainó un poco la molestia, al recostarse cayó en un profundo sueño. Mientras que se encontraba en dicho trance, percibió como el valle donde usualmente pastaban sus animales, adquiría el matiz que tenía el insecto que había visto, y de pronto un aleteo se batía sobre su cabeza, al mirar al cielo, se dio cuenta que se trataba del bicho volador que era enorme, poco a poco bajo para transmutarse ante sus ojos en una delicada y frágil criatura con ojos de aguas profundas, cabellos como la misma noche, labios como un eclipse de luna, piel traslúcida como el alma. 
Estaba cubierta sólo con un sencillo vestido color promesa. Le hablóde manera tenue: 
-Tengo en mis manos el don de brindarte la fama, la fortuna que deseas para ti y tu tía, serás aclamado por otros, querido y alabado; pero todo tiene un costo, y lo que a ti te toca darme es tu felicidad, yo me alimento de ella, es lo que necesito para vivir, hago mi oferta a quien creo que me puede dar alegría pura...Puedo mostrarte tu futuro y ver lo que tendrías sí haces el trato conmigo o sí lo rechazas. 
Pero el joven se negó a mirar en su porvenir, sin pensarlo muchas veces aceptó la propuesta de la dulce niñita, al fin que al darle todo lo que ella prometía eso se transformaría en su bienestar.
Sí hubiese sabido, sí hubiese aceptado vislumbrar en el futuro, sí el orden de las cosas se pudiesen invertir. Sería distinto, pero además del reconocimiento de sus semejantes, del cariño, de la admiración, obtuvo la soledad insondable de no conocer lo que su sino real le deparaba. 
La pequeña sopló sobre su rostro, se retiró el escozor que sentía por la acción del insecto; ella le habló quedito al oído diciendo: 
-Tienes el don, tienes la gracia, todo ello por la felicidad que no te hace falta. Jamás repitas tu secreto...o en niebla te convertirás (...) -había pronunciado lo indecible-.
Se transmutó dentro de un suave viento en el colorido insecto, se alejó volando lejos, observándolo desde lo alto con sus ojos de mar, dejándole absolutamente solo en el campo de colores.
Despertó sobresaltado, sin sentir comezón en la cara, con una extraña sensación de que algo le faltaba, pero sin entender que era.
Y así siguió su camino, regaló las cabras, y fue de pueblo en pueblo cosechando triunfos, sin nada material que le hiciera falta a él y su tía, la cual falleció un poco después de su acuerdo. Se quedó solo, con su maravilloso don, pero sin saber nunca más lo que era la felicidad, ni siquiera el recuerdo de los tiempos en los que sus cabras pastaban eran para él una fuente de gozo. 
La dádiva se convirtió en una inagotable condena¨.

Todos los asistentes a la fiesta del rey Sebastián lo miraban con cara de intriga, hasta que el invitado de honor, Filemón,  hizo la siguiente pregunta:
-Anda habla hombre, ¿qué fue lo que la niña le dijo al pastor?.
El escritor miro a su audiencia con ojos lúgubres, se puso de pie y les dijo con voz pausada:
-La gente feliz no escribe.
En niebla el escritor se convirtió, y por la ventana escapó de su don.







No hay comentarios:

Publicar un comentario