Llena y vacía a la vez.
Diáfana y preñada
como la runa blanca.
La nada tan amplia
y tan vasta.
Brilla por sí misma
y opaca el infinito.
Alguna vez resplandeció
la esperanza,
cobijo a la nada y
le obsequio
otro matiz.
Todo fue un sueño.
He despertado:
no hay nada más.
Muchas veces tenemos que agradecer que hayamos despertado en vez de seguir soñando la misma pesadilla.
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